Pues bien, este año no puedo decir mucho más allá de chapeau.
Rectificar es de sabios, y esta organización, no sólo ha corregido defectos, si no que ha mejorado una barbaridad con respecto a anteriores ediciones. Vale que no es el MadCool y tal, pero es que no hace ni falta parecerse a esos macro festivales. Cero colas, cero incidencias cero problemas. Cerveza a 2.5€ y copas a 5. Un diez de festival. Y ¿cómo se consigue?
Pues ampliando zonas, cambiando conciertos en bares con una capacidad limitadísima por unos escenarios en plazas al aire libre, aumentando escenarios en el recinto, y añadiendo barras allá donde no las había y con un sistema de pago con pulsera que funcionó a las mil maravillas, y sobre todo, escuchando las quejas y recomendaciones de los asisentes. Si a todo eso le añades un clima fantabuloso, una localización excepcional, una gente entregada a pasarlo bien, tanto en el pueblo como en el recinto… pues eso: te queda un festival de puta madre.
Voy a intentar resumiros, así, a modo de diario de un porreta y grosso modo, los motivos por los cuales este festival de formato mediano se merece las tres estrellas Michelin de los festivales.
VIERNES
Salimos de A Coruña con el tiempo suficiente como para tomarnos unas copas relajadamente en el apartamento o en cualquier bar del pueblo antes del primer concierto. Ya sabéis, ir a un concierto sereno como que no mola tanto. Pues va a ser que no, que ni con esas, va a ser que cuando juntas cuatro cerebros en el mismo coche y dos de ellos ya no van en condiciones digamos «normales» y el que conducía (un servidor) no había descansado nada ya que salió de currar con el tiempo justo y confías la travesía al libre albedrío de los que van detrás, pues eso, que te pierdes, y bien. Sí queridos followers, aunque os parezca mentira, de escribir en un blog no se vive y no todo es glamour y fantasía. Eso sí, fueron unas risas de viaje y no cambio a la tripulación del coche por nadie…
Resumiendo, que nos plantamos en A Illa cerca de las 19:30 con el tiempo justo de bajar al Bar Regueiro (qué gente más maja, joder), pillar unas cervezas frías, vaciar las mochilas y salir a toda hostia para el auditorio para ver a María Arnal i Marcel Bagés. Pero antes de entrar, paradiña técnica en el camino para refrigerarnos a base de bien. Ahora sí, algo más fresquitos y refrigerados, entramos.
No me canso ni de verlos ni de escucharlos. Me parecen superachuchables incluso. Mini concierto de una hora escasa ya que hacían doblete a las 22:00. Maravillosos, como siempre, incluso tocaron «Tú que vienes a rondarme» en los dos sets. Deseando volver a verlos en el Noroeste. Será mi quinta vez en menos de diez meses.
Ya sin prisas y más relajadamente nos subimos al apartamento (inmejorable ubicación) situado entre los dos escenarios de las plazas.
Con el vaso lleno de licor café bajamos a ver, hay que joderse, la última actuación, según me contaron, de una de las sorpresas más gratas del festival: Jay
Me jodió tanto descubrirlos en su último concierto que decidí subir al apartamento a meditar en silencio, respirar hondo y de paso rellenarme el vaso, que perdía. Psicodelia, tropicalismo, aires de lo-fi… Una pasada de banda. En fin.
Teníamos la sana intención de ver a Maneida, pero decidimos cenar algo y tal. Más bien tal que cenar… Ya vosotros sabéis.
Desde el salón escuchamos que empezaba la actuación de D’Valentina así que rellenamos los vasos por última vez y bajamos. Sintiéndolo mucho, aunque estuvo entretenido, no es mi rollo. Eso sí, menudo puntazo encontrarnos a un dj coruñés en el escenario.
Según terminó, raudos y veloces nos dirigimos al escenario “pequeño” en el que actuaba esa chilena (mira que escribir que es uruguaya, con lo que mola su acento, ¡hombre!) afincada en la Comunitat Valenciana; la nueva reina de la bajada y nueva emperatriz de las emociones bailables: Soledad Vélez.
Ya lo habíamos avisado aquí antes del festival. Una maravilla de concierto salpicado, en cierta forma, por el aire que soplaba y que enturbió un poco el sonido. Dio un repaso monumental a su Nuevas Épocas y nos hizo bailotear y movernos al ritmo de auténticos hits como son vamos a tu casa, flecha o pa’siempre, o ese pildorazo llamado cromo y platino en el que colabora Gerard Alegre. Un conciertazo que nos hizo desear que de una maldita vez alguien la traiga a Coruña, leñes!
Cuando llegamos a Papaya ya no estábamos en las mejores condiciones así que diré que estuvieron correctos (emoticono cara pensativa) o algo así.
Y así terminó la primera jornada del Atlantic Fest entre risas y tal, nos metimos en el coche
mi amigo, tu amiga tú y yo.
Te dije, nena dame un beso!
Tú «contestastes» que no…
SÁBADO
07:30 AM
¡¡ELADIO!! ¡¡ ELADIO!!
Y al compás de Eladio! Eladio!, buah neno buah, gritos que provenían de la calle, nos despertamos después de dormir la friolera de unas cuatro horas. Es lo malo de tener un apartamento en la zona de copas. La situación del inmueble ya no parecía tan inmejorable.
En fin, que tras ducharme, bajé a comprar el desayuno a un súper, me crucé con Soledad Vélez por la calle, volví a casa, desayunamos, nos maqueamos, bajamos a tomarnos unos «vermuses» y encontrarnos de nuevo con la sole en la misma calle, esa dónde se encuentra el of hell, saludarla y charlar un poco con ella (qué maja ella, oye), decidimos pegarnos un homenaje de productos de la ría.
Comimos como marqueses, tan relajadamente, que se nos fue la pinza, tanto, que a la pregunta de ¿qué cojones de hora es?, la respuesta fue “las sieete y veinntisieeeteee oh noooo… ya teeermiiiinéééé…”
Mierda, nos perdemos al pequeñÍn.
Taxi y pal recinto.
Una vez allí, bajo un ya solazo casi insoportable nos dirigimos al escenario pequeño para ver a los vigueses Bifannah. Me quedo con la parte final de su concierto, más cañera y contundente y con el momento Iker Casillas-Sara Carbonero que se vio encima del escenario.
Lo de la actuación de Yung Beef vino a constatar lo que ya me imaginaba; el trap no es para todos los públicos, o sí, depende de cómo quieras enfocar la experiencia. Polémicas aparte, debido al bofetón/patada voladora que le propinó el Yung a un espectador, no sabemos si bien merecido o no (sí amigos, a veces nos merecemos unas hostias sin más) puedo intentar resumir lo que es el estilo musical y lo que fue su actuación con los títulos de dos películas, cual Carlos Boyero de medio pelo: el trap sería “No es país para viejos” y la experiencia de verlo en directo sería “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”
Desbandada de cuarentones y treintañeros a la deriva a los pocos minutos de comenzar, lo que corrobora la separación generacional entre ellos y un género al cual no queremos ni comprender ni investigar, sino criticar. Personalmente, poco más de 15 minutos aguanté allí ya que ni tan siquiera me gusta el hip hop. Pero vamos, gracias a ese concierto tuvimos la oportunidad de tirarnos bajo la sombra de un árbol mientras esperábamos el siguiente. El de La Plata.
¿Alguien ha visto a Diego? ¿Diego?
Así empezaban La Plata, llamando por megafonía a Diego, como cuando te perdías en el corte inglés de pequeño. No sabemos el motivo, pero intuimos que Diego llegó tarde por culpa de Yung Beef. Debo estar gafado con este grupo ya que entre ir a por unas cervezas, saludar a gente que te encuentras por el camino y tal (más tal que cual, obviously), me los perdí. No me los perderé en el noroeste de A Coruña. O sí. Ya veremos.
Y en una carpa medio vacía, bajo un sol abrasador, salieron a escena los daneses Iceage. Arrolladores, sin contemplaciones. Prometían no dejar a nadie indiferente y vaya si lo consiguieron. Unas auténticas apisonadoras. A punto de terminar su actuación recordé que ya llevaba tiempo sin tomar algún tentempié, así que…al chiringuito!
Volvimos al recinto, el cual poco a poco se fue abarrotando con esa gente que abandonó al trapero y a los daneses para presenciar todos juntitos y bien arrimaditos lo que sería un auténtico conciertazo: el de La Casa Azul.
Menudo despliegue de pantallas y personal sobre el escenario. Y yo que me imaginaba al tío ahí, con su teclado, todo triste. Primer gran concierto de la tarde noche y presagio de todo lo que quedaba por suceder.
No faltó ningún clásico de la banda (bueno, de Guille) que alcanzó una comunión total con un público entregado a la fiesta privada de Milkyway desde el primer acorde.
¿Menuda bajona ver a la Rosenvinge ahora, no? ¿Eh chicos?
Pues no camaradas… Todo un conciertazo que se marcó en el escenario pequeño arropada por una banda increíble. A los que nos esperábamos una especie de concierto íntimo y tranquilo, nos abofeteó la mejilla. Yo puse la otra mejilla voluntaria y gustosamente. Espero que en Coruña repita formación.
Lo de The Vaccines y los Kaiser Chiefs fue una auténtica sobrada, al igual que la sesión de ese dúo que forman Amaral y Xavi B. Y venga a tocar pepinazos y venga a hacernos saltar, berrear y tirar copas al suelo (hubo un momento que miré a todo dios por si estaba el Yung Beef por ahí, fiuu, ni rastro del notas!!)
I CAN’T QUIT!!!
I’M OVER IT!!!
Disfrutamos como enanos.
Vamos, que resumiendo, en cuanto se animen a cerrar más tarde el chiringuito y retocar cuatro pijadas más típicas de los festivales, me empadrono en Arousa.
Bien por vosotros Atlantic Festiorganizadores.
Pd: Por cierto, ¿qué demonios es/era el of hell?
FOTOS: ATLANTIC FEST Oficial
bravo cosmonauta !!!
y tal 😉